El origen de este texto se remonta al siglo IV cuando se definen las características culturales del pueblo maya. Gracias a la tradición oral su contenido se transmite a través de generaciones pertenecientes a la tribu de los quichés, una de las más sobresalientes dentro de los mayas, que con el paso de los siglos sería la encargada de registrar, por medio de signos especiales y de dibujos, los sucesos más importantes del devenir de este pueblo. A la llegada de los españoles estos transmisores orales, ilustradores y copistas se convirtieron en escritores y cronistas una vez aprendieron a escribir y traducir la lengua quiché en los caracteres de la lengua de los nuevos colonizadores. En cuatro grandes partes se divide este texto: la primera narra la creación del mundo y de los primeros hombres; la segunda se refiere a la historia de Hunahpú e Ixbalanqué, dos gemelos prodigiosos que logran vencer a los señores del infierno (Xibalbá) y se transforman en el Sol y la Luna; la tercera está dedicada a narrar la creación del hombre verdadero en cuatro primigenias figuras masculinas y sus correspondientes mujeres, las cuatro madres, y la cuarta se refiere a la creación de la religión de Tohil, Dios venerado por los cuatro míticos sacerdotes.
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