Víctor odia a los fantasmas, y con razón: desde que nació un fantasma le ha estado haciendo la vida imposible. En casa nadie le cree y ya no hacen caso de sus quejas cuando Víctor dice que ha sido el fantasma el que ha hecho alguna trastada en vez de él. Pero un día todo empeora y las cosas comienzan a ponerse feas de verdad, así que Víctor decide pasar al ataque. Encuentra por Internet un plan para acabar con el fantasma e intenta ejecutarlo. Solo tiene que conseguir un gato, puesto que el fantasma de su casa tiene alergia a este animal. Da con el gato más feo del barrio, al que pone por nombre Ectoplasma, y, mediante engaños, consigue atraerlo hasta la casa; sin embargo, la guerra entre él y el fantasma no ha hecho más que empezar.