«Área de psiquiatría infantil: el lugar tenía mala fama, un refugio para los casos perdidos, el último recurso de unos padres que ya no sabían qué hacer con sus hijos; nadie los llevaría allí si pudiera evitarlo, si no fuera una situación desesperada o si no lo hubiera ordenado un juez de menores. A pesar del estigma y de la leyenda negra, lo cierto es que la unidad solo era un ambulatorio, no más: ni experimentaban con nosotros, ni nos encadenaban con grilletes, ni nos suministraban descargas eléctricas en una mazmorra. Que yo acudiera a aquella consulta era algo normal, teniendo en cuenta de dónde venía, pero que una chica como Beatriz Uve tuviera que someterse a lo mismo parecía un disparate…»
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